El debate energético
La Vanguardia,06/08/2017
El cierre de la central nuclear de Garoña
devuelve al primer plano de la actualidad el debate sobre la necesidad
de definir la política energética más adecuada para este país. Los
compromisos medioambientales adquiridos por España en el marco del
acuerdo de París, para reducir la emisión de los llamados gases de
efecto invernadero, obligan a ello. Paradójicamente, la energía nuclear,
que es la que menos contamina la atmósfera juntamente con las
renovables, es la que suscita el mayor rechazo popular y político. Tanto
es así que la más importante controversia sociopolítica, que no
científica, se centra en si se prolonga o no la vida de las otras cinco
centrales nucleares veinte años más de los cuarenta años definidos en
un principio.
La única formación que defiende abiertamente la
prolongación de la vida útil de las nucleares es el PP, que no tiene
mayoría en el Parlamento, frente al conjunto de la oposición, liderada
por el PSOE, que exige su cierre a medida que se cumpla la vida útil
inicial de cada una de ellas, en un proceso que acabaría el año 2028. La
decisión, en la que sólo Ciudadanos puede ejercer de árbitro,
debería tomarse alejada de posiciones demagógicas y populistas, sobre la
base de la importancia que tiene la energía nuclear. Hay que tener en
cuenta que proporciona más del 20% de la electricidad, que es
fundamental para dotar de estabilidad al sistema energético frente a las
fluctuaciones de las renovables, que contribuye a la contención de la
tarifa eléctrica y que no genera contaminación atmosférica. La renuncia a
casi una cuarta parte de la producción eléctrica de este país
comportaría, por lo demás, un enorme coste económico. El PSOE propone
que dicha merma de energía fuera compensada con una mayor aportación de
las plantas de gas de ciclo combinado, ahora infrautilizadas, pero mucho
más contaminantes, y con una mayor participación de las energías
renovables, lo que exigiría un elevado proceso de inversión en la masiva
construcción de centrales solares y eólicas, que a su vez también
generan rechazo popular.
En el horizonte del año 2050, todas las centrales
energéticas deberían ser renovables. El problema está en los tiempos y
las formas en que se desarrolla este proceso de transformación tan
crucial, en el que deben abandonarse también las fuentes de energía
tradicional, como el carbón, el gas natural o el petróleo. Sería un gran
error cerrar las instalaciones que están operativas antes de disponer
de una tecnología renovable madura que las pueda sustituir.
La ley de Cambio Climático y Transición Energética es el
campo de juego clave para definir el futuro energético del país. Debería
hacerse un gran esfuerzo para aprobarla por consenso político para
dotar de estabilidad a un sector tan estratégico para España como es el
energético.
LOS DIEZ PILARES DE LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA EN ESPAÑA - La Vanguardia
LOS DIEZ PILARES DE LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA EN ESPAÑA - La Vanguardia
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